8 de junio de 2014

¡Y volver, volver, volver!

Hace 18 meses que no escribo en este blog. Los mismos 18 meses en los que una familia terminó de pagar una nevera; la prima de mi mejor amigo organizó su boda y un ex compañero de trabajo vivió en Australia.

18 es un número que se asocia a la madurez según parece. A los 18 se vota, se puede comprar alcohol y cigarrillos y es legal la sexualidad. En algunas culturas los hijos se van de la casa, y en otras, se casan. 18 es la edad promedio en que los estudiantes entran a la universidad y deciden qué quieren hacer con sus vidas de adultos. En nuestro bien desestructurado sistema de salud, a los 18 los jóvenes ya no van al pediatra sino al doctor, y es la edad legal para trabajar. A los 18 se puede tener por primera vez una cuenta de nómina y aspirar a un crédito bancario. En síntesis, 18 es el número del cambio.

Extraña coincidencia que yo decidiera entonces escribir de nuevo tras 18 meses de ausencia. Pensé en cerrar este blog. Ya no hay mucho por decir y la inspiración se me fue al piso. Mas que complacerme, empecé a sentir la necesidad de complacer a mis lectores, en escribir cosas que fueran interesantes para que volverme popular en el ciberespacio. Soñé con ser bloguera reconocida, leí de casos de éxito que si lo lograron. Quería vivir de esto, de escribir para siempre y que me pagaran, que la gente se ovacionara con mis entradas, que dijeran ¡Oh qué bueno es esto! y que un día, me llamarían de una famosa revista para hacer parte de su staff de columnistas. Pero en todo fallé. Nada de eso pasó.

Cuando abrí esta bitácora en junio del 2008, las primeras palabras que se me pasaron por la cabeza no levantaron el más mínimo interés de ningún desocupado transeúnte. Después llegaron los comentarios y poco a poco fui creciendo y con ello, mis ganas de perseguir mi idea frustrada de ser columnista exitosa. Hoy, 6 años después cambió. Las ideas se fueron y con ellos la gente. Y así mismo, la esperanza absurda de vivir de escribir. Me dediqué al trabajo y en los ratos libres a leer libros. Ya no me importaba escribir aquí; tampoco leer a algunos colegas, ni comentarles sus escritos. Las palabras no fluían igual que cuando empecé; ya no tenía un mecenas y decidí guardar mis opiniones en la cabeza.

Sin embargo, un día de aburrimiento se me dio por pasar por acá, leer mi última entrada y suprimir para siempre las opiniones desocupadas...ya no tenía sentido mantener un espacio que no uso, pero curiosamente me arrepentí. Antes había pensado algunas veces en retomar pero tuve temor que se me volvieran a esconder las ideas; pero hoy llego el momento. Sé que ya no es lo mismo. La gente ya no lee blogs, todo está a la mano en Twitter o quizás en Facebook y si no, alguna foto lo explica fácil en Instagram.

Aún así, ya no me interesa complacer a nadie, y poco me importa la calidad de mis textos. En estos 6 años y varios cursos de escritura encima, me di cuenta que lo mío no es precisamente escribir cuentos, poesías, ficción ni crónica. Lo mío es procrastinar con un teclado, algo más desesperanzador. Son letras que llegan intempestivas, sin avisar y sin importar si estoy en la actitud de escribir o no. A veces, surgen en la mitad de un Transmilenio lleno de las 5 de la tarde, o en medio de una cerveza un viernes en la noche. Y ahí, sólo salen y ya; sin categoría ni horario. Tal vez por eso cuando me dan ganas de teclear y lo hago, no es como se esperaba y creo que por eso nunca  me llamarán de la revista, ni me entrevistarán en una emisora por mi éxito. Toda ambición se fue, ya no seré famosa; finalmente eso ya no importa. Así que tal vez, ya cumplí los 18 años -los de la "madurez mental"- en materia de escritura.

Hoy después de tanto tiempo, debo reconocer que este blog me ha dejado grandes cosas: letras, amigos, recuerdos, experiencias y mucha, mucha procrastinación. Cosas inmateriales pero suficientes para sentirme satisfecha y decidir darle una segunda oportunidad. Quiero (intentar) retornar y llegó la hora. Soy una guerrera -de esas tan comunes- derrotada en el inmenso campo de la hoja en blanco, pero que hoy va a librar una nueva batalla. Muchos lo han intentado sin éxito; otros pese a las situaciones, deciden seguir. Así que como ellos, seguiré. No prometo calidad, ni tampoco cantidad, pero esa será la excusa para retornar sin tapujos ni temores.

Hoy me reencontré con este rincón y con él se alimentaron de nuevo las esperanzas que espero duren.

Mientras tanto, el hijo de otra amiga cumple 18 años y ya tiene cédula para votar este domingo; el compañero de trabajo se fue a hacer una maestría en Francia hace 6 meses; y la familia que compró la nevera sacó un crédito hipotecario a 15 años. Cifras irrelevantes, pues después de los 18, los 30 son otra época crucial en la vida. Espero no tener que esperar con la hoja en blanco 30 meses más, porque entonces esa vez me rendiré y ahí si tendré que irme para siempre. Si vuelve a haber un 30 para esperar en el corto plazo, serán los años que estaré por cumplir en unos meses, no de esperar por otra entrada en el blog.

21 de diciembre de 2012

Carta a los Mayas

Queridos Mayas.

Asunto: Chorro de babas

Ahora que no se acabó el mundo ¿qué?
Heme aquí a la madrugada y no pasó nada. Quiero saber qué pasó con la seriedad de sus afirmaciones, su terrorífica profecía y la exactitud de sus cálculos a la hora de hacer semejante pronóstico, que nos puso a temblar el trasero a los  6 mil millones de personas que habitamos este moridero. Les recuerdo que al lado de ustedes Nostradamus quedó como un pobre imbécil, al pobre tipo nadie lo toma en serio y el mundo nunca se prepara para sus vaticinios. Con ustedes la cosa era diferente; a todos nos hablaron de su existencia en el colegio aunque casi nadie puso cuidado, pero de un momento a otro History Channel y una cantidad de charlatanes más, afirmaron con certeza entre documentales, libros y tuits, que sus profecías eran eran válidas y que el 21 de Diciembre del 2012 el mundo llegaría a su fin, que nos iríamos al infierno y padeceríamos las inclemencias terrenales que nos merecemos. Así,  la gente empezó a conocerlos y a creer en el apocalípsis del que tanto temían. Ustedes, mis queridos, gozan de una popularidad increíble en todo el mundo y de una credibilidad envidiable.

Confieso, todos nos creímos el cuento. Los palestinos y los israelíes aprovecharon y se echaron plomo y bala a diestra y siniestra; los griegos se declararon en bancarrota y la Unión Europea ya es prácticamente sólo un nombre; abrieron -al fin-  la troncal de la 26 porque no querían que ustedes llegaran y vieran todo ese mierdero en la ciudad; Samuel Moreno celebra cumpleaños en la Modelo como cualquier parroquiano del común y brinda con los funcionarios del Inpec;  Bogotá se llenó de basuras porque al alcalde se le zafó un tornillo o todo el tejado (no sé aun ese dato, tendría que confirmarlo); aprobaron una reforma tributaria absurda que nos exprime hasta el último centavo y jode al Sena y al Icbf, pero no le dimos importancia porque igual ustedes vendrían el 21 así que qué carajos; las tetas, los micrófonos;  Millonarios quedó de campeón del fútbol colombiano después de 24 años, así que pensamos que eso era un "pan y circo" de ustedes, y se armó la celebración en toda la ciudad y mis vecinos se tomaron el lunes como día cívico y dicen llorar cada vez que se acuerdan del penalti victorioso (a ellos si por favor llévenselos si no es mucho pedir); a un man que se llama @romerovarón le desocuparon la cuenta en una transferencia electrónica y lo dejaron sin navidá; Miss universo fue en las vegas, la ciudad del pecado, y  lo ganó Miss USA, una vieja espantosa con un vestido rojo inmundo y corroncho, lo cual si es un verdadero pecado, y todo evidencia que fue rosca; le gente se tomó el tuiter con un "ola ke ase" y  otro montón de spam; las tetas, los micrófonos; a Colombia le quitaron una gran parte del mar territorial pese a que todos los pronósticos de los internacionalistas indicaban lo contrario y ahora toca broncearse en Colombia y nadar en Nicaragua; Colombia, fuera de eso, con patadas de ahogado en mar nicaragüense,  decide retirarse del pacto de Bogotá; a Chávez le volvió el cáncer y aunque hace creer que está bien, todo parece indicar que ahora si ya está sin vuelta de hoja y a mandar no volverá, ahí verán ustedes si vienen por él aunque igual dejó un maduro legado; un loco en Connceccticut armó una balacera en un colegio y mató a veinticinco niños y luego se disparó, el tipo tenía cara de sicópata y me da miedo verlo; Madonna y Lady Gaga vinieron hasta este rincón a dar un concierto y fue apoteósico y también produjo muchas salidas del clóset; las tetas, los micrófonos; a mí casi me echan del trabajo porque armé sindicato y tengo un montón de nuevos enemiwis que ahora no me quieren ver ni en pintura; ganó el Nobel de literatura un man del que nunca habíamos oído hablar y que el nombre se parece al de ustedes: Mo-yang, no sé si tengan algo que ver, favor comunicárnoslo y emitimos al menos un programa de televisión semanal hablando de sus visionarias premoniciones. En fin Mayas, vivimos las duras y las maduras y creíamos que toda esta chichonera de verdad si iba a llegar a su fin hoy; entonces ustedes salen con un chorro de babas. Muy bonito.

Ahora que no se acaba el mundo díganos por favor qué carajos vamos a hacer. Los australianos estaban cagados del susto porque ellos serían los primeros y cuando yo me levanté, ya llevaban como 8 horas ¡y no había pasado nada! Los de History Channel ya no sabe qué emitir  en estos días para levantar pánico, tampoco tenemos temas interesantes en tuiter pese a que ustedes siguen siendo Trendic Topic, la gente está loca, tanto que hubo chiflados que hasta refugios hicieron y otros que organizaron un suicidio colectivo y ahora quedaron viendo un chispero. ¿Han pensado en los del suicidio colectivo? ¡Por Dios que alguien piense en los del suicidio colectivo! 

Me temo comunicar por esta y tantas razones más, que les hemos perdido el respeto.Yo, en nombre de esta humanidad loca e indolente,  les pido por favor más exactitud en sus cálculos y absténgase de andar profetizando armagedones; ahora nos dejaron un mierdero por resolver y ya no tenemos a quién echarle la culpa de nuestros errores. ¿Gracias no?

Sería bueno que se pusieran serios. De verdad que sí. 

Que pasen ustedes unas felices fiestas.

Cordialmente,
(Lo que queda) de la humanidá.

8 de abril de 2012

Lo siento querido profesor, tal vez no es lo mío.

La gente cree que eres profesor porque no pudiste ser otra cosa. No lo discuto. Lo que no saben es que si eres profesor puedes ser cualquier otra cosa.
-Nightwriter-


Hoy es mi última noche de libertad, la última noche que estaré sentada frente a este computador escribiendo y haciendo nada. Tengo sueño, en realidad sólo esta semana he dormido bien. Tres meses perdida porque entré en una nueva etapa y en un nuevo trabajo. Ahora enseño; sí, enseño como todos los profesionales varados que no encuentran otro trabajo, o esperan algo mejor y mientras buscan empleo, enseñan. A veces siento ganas de salir corriendo y cambiar la academia por una aburrida oficina, donde me paguen algo más y no tenga que llevar trabajo a la casa ni madrugar los sábados, para que cuando llegue el viernes, pueda ir a tomarme una cerveza tranquila y decir mierda, por fin es viernes ¡a descansar!  

Pero la vida no me la puso así. Ironía es que elegí una aburrida carrera oficinista y mi mundo ahora no es una oficina, es la enseñanza, la enseñanza, para más colmo, en una lengua extranjera. Nunca había cáído en cuenta lo difícil que es este trabajo del que casi todos hemos sido testigos y pocas veces valoramos. Hoy lo vivo en carne propia y me les quito el sombrero a los maestros. No me odien, no odio su profesión, pero tal vez, no es lo mío; al menos no en un colegio.

Y es que mientras me acostumbro (cosa que parece imposible) mis días parecen no tener nada de interesantes. Llegan los fines de semana y me atrapa una cantidad de trabajos por revisar, clases por preparar y notas por pasar. Salir un sábado significa perder un domingo, domingo que no  pagan pero al que debo dedicarle el tiempo para el lunes poder llegar con algo preparado porque enseñar nunca será improvisar y no debo quedar como un zapato frente esos aprendices que pese a que no son ávidos de conocimiento,  me encomendaron el papel de instruirlos y al final, aunque es sólo otro ladrillo más en la pared, hay que ponerlo bien.

Trabajo casi 12 horas al día para ahorrar dinero para el otro año largarme a hacer un máster, y ya no sé qué estudiar si todos los máster son -en últimas- para ser profesor universitario y ya me decepcioné en algo de la educación, de pasar alumnos porque sí, de que haya poca disposición de aprender y tenga que ser algo didáctica para hacer entender. Lo mío es hablar mierda sin parar, sin necesidad de acudir a la pedagogía como método. ¿Para qué ahorro entonces con tanto fervor? no lo sé, tal vez para buscarle otro camino a  este estilo de vida que está absorbiendo toda y cada una de mis partes, o para irme de vieje por un año si el dinero me alcanza.

Ya perdí mi voz de tanto gritar, esa voz que no servía para cantar pero si para hablar, también se fueron algunos kilos, pasé de talla 4 a  2, mi médico de cabecera me diagnosticó principios de anorexia, no porque vomite y esté obsesionada por la delgadez, sino porque la delgadez está obsesionada conmigo.Ya no leo, no veo televisión ni salgo por ahí con amigos. Ahora me acuesto como las gallinas, madrugo como los gallos (o más) y mi mente vive ocupada hasta en sueños. ¿A qué horas llegué a  entregarle mi vida a un trabajo, mi tiempo al dinero, y mi paciencia un cheque mensual? Por Dios, ¡a qué horas!  Esta es la vida laboral del asalariado promedio, no importa cuál es su profesión u oficio y debo decir que es una mierda.
   Aduzco que todo esto es porque mi defecto es quejarme, y por eso hoy me quejo, como lo hago de todo: del sueldo, del tiempo, de las cuentas, de mi vida... — Estos gajes del oficio son propios de principiantes, me dicen—, tal vez con el tiempo puedas hacer las cosa de manera más práctica reinteran; experimentados profesores me lo han demostrado, pero en realidad no sé si quiera que haya futuro en esto. Está bien que me han llegado a considerar "muy buena", pero no sé si en realidad quiera seguir haciéndolo. No lo sé porque no sé qué es lo que quiero. Quizás, si estuviera clavada en una oficina estaría renegando por lo eterna y aburridora que son las rutinas ejecutivas y extrañara la docencia, y entonces quedo en una encrucijada de quejas y dudas y ninguna respuesta; sólo se convierte en un maldito círculo vicioso en donde la única solución sería no trabajar, cosa que a mis 27 años ya es imposible.

¿Pero por qué te quejas si no es tan malo? dirán unos. Estoy segura que la docencia es de las profesiones más difíciles y peor pagas que existen, pero también sé que mi título de "internacionalista" no sirve para un carajo. Porque en este país es difícil triunfar si no se tiene palancas que muevan el engranaje del éxito. Muchos de mis colegas ejercen porque encontraron quién los patrocine, los que no, tienen trabajos no muy buenos que en últimas ganan lo mismo que yo y no aprenden nada. Yo, que pocas o nulas oportunidades tengo de que me palanqueen por ahí, sigo enseñando porque es lo único que encontré, algunas veces lo disfruto, otras lo odio, pero siempre aprendo algo  de mis alumnos y el rol de enseñar me lo tomo en serio; al menos, trataré de hacer lo mejor que pueda, admirando la labor de los licenciados y profesores de verdad porque yo lo soy de mentiras. Por fortuna.

Así que por eso aproveché semana santa, para leer los libros que en días laborales el cansancio no me deja, comí como glotona todo lo que se me antojó a ver si vuelvo al menos a mi ususal talla 4, trasnoché perdiendo el tiempo en Internet, ví montones de películas como hace harto no lo hacía, visité a algunos amigos y me tomé unos tragos sin afanes, me dediqué a la pereza y mandé a la mierda todo el trabajo que tenía pendiente para después de vacaciones. Pero entonces mientras escribo esto me acuerdo que hoy es mi última noche de libertad, y que a partir de mañana seré otro robot que trabaja en el sistema educativo, que le toca pasar alumnos por cuadrar estadísticas, que ahorra todo lo que puede para estudiar algo que ya no sabe qué será, pues ya la educación la defraudó y que aun así seguirá buscando mejores caminos para ver si sobrevive a la teoría de Darwin. 
    Porque eso de ser adulta y trabajar si que es duro, eso de sobrevivir en este mundo laboral donde ya no vale ser un buen estudiante, tener buenas notas y mil estudios es innecesario. Sólo se puede surgir si se tiene un buen contacto, una buena palanca que te catapulte al éxito profesional, y que haga que tus cuotas del Icetex se vean minúsculas cuando recibes el tan anhelado salario. Pero eso sí; nadie te asegurará de que allá seas feliz y disfrutes tu trabajo.
Esperemos que las próximas noticias sean mejores. Iré a comer y si puedo, a dormir, no sin antes dejarles esta frase:
Cualquier imbécil puede tener un trabajo; vivir sin trabajar es cosa de sabios. -Charles Bukowski-
Y oh que sí es cierta...

4 de enero de 2012

Un 2011 como babas de tonto.


Se acabó por fin el 2011. Gracias al altísimo que así fue, porque por estos lares fue muy malo y poco fructífero. Muchas crisis existenciales, emocionales y económicas, pocas oportunidades y momentos agradables; escasas cosas nuevas y más de lo mismo; muchos libros abandonados y exiguas letras escritas; numerosos amigos distanciados y poca gente nueva; reducidas ideas, raras entradas en el blog, pero incontables tuits... cosas que, haciendo un balance de pérdidas y ganancias, como los contadores y financistas, arroja una ineludible bancarrota.

Y es que así son las cosas, como un balance financiero. Una vaina aburrida que siempre habrá que mirar con detenimiento, fijarse dónde está el problema y dónde puede solucionarse. Las cuentas nunca cuadran, y ese siempre será el reto; emparejarlas y dejarlas iguales para mirar con optimismo las ganancias y agarrase de ellas para evitar las pérdidas. Medirlas, analizarlas y digerirlas y para allá dirigir los recursos para que las cifras negativas se reduzcan. Evaluar, sacrificar e invertir, optimizar los recursos y apalancar las cifras negativas para no dejar caer las positivas. Reducir costos, aumentar utilidades, de eso se trata la lucha de cada 365 días y que comienza con 12 uvas, unos cucos amarillos y una copa de champaña.

No voy a contar a fondo cómo fue mi 2011 como lo hago todos los años, porque casi no me acuerdo. Fue insulso y simple, como las babas de tonto que muy seguramente todos hemos probado y el que no, que lance la primera piedra y de fe de ello. Por si algo: Simple, aburrido y poco interesante. El destino me debe aún muchas cosas y no me alcanzan los 355 días que -según los mayas- tenemos para hacer lo que nunca hicimos.  

Decidí entonces no esperar nada del 2012. El 31 a las 12 me comí un sinfín de uvas, todas sin deseo, y me bebí algunos tragos de unas cervezas en lata que habíamos aprovisionado los poco creyentes en agüeros que resolvimos tomarnos con sutileza el cuento del año nuevo. Que sea lo que los mayas quieran, porque finalmente después de tanto esperar no obtuve gran cosa y creo que ya no estoy para esos trotes de tener tanta fe en que de un día para otro la vida va a cambiar (a menos que me gane un baloto) y que todo va a ser color de rosa. Eso sí, prometo, como hace unos días los hicieron una cantidad de políticos, confiar en que voy a escribir con constancia para al menos mantener el hábito (hábito que desaprendí con rapidez debido a tantas cosas estúpidas en la cabeza y bla bla bla...)  para que este blog recobre la vida activa que alguna vez tuvo o decidirme entonces a cerrarlo para siempre. 

Porque así no se puede. La inconstancia me está matando. Porque pasar la vida sin encontrarle sentido a las cosas no tiene sentido, porque el caos siempre seguirá siendo caos, aún cuando se piense que hay un orden de ese caos; y sin embargo seguirá pasando el tiempo. Lo más duro de este año que acaba de pasar, fue que me di muy duro contra el muro, me caí demasiadas veces y no logré levantarme casi de ninguna. Al final sólo queda (como dijo un sabio futbolista por ahí) un sin sabor amargo.  He leído tantas cosas positivas de la gente que culminó este 2011 que estoy por pensar que el niño Dios de seguro les trajo un kit de superación de Jorge Duque Linares, o que tal vez la única que tuvo algo de sal encima fui yo. Pero ya qué, ya me di cuenta que las uvas de la media noche, las lentejas en el bolsillo, las espigas por la casa, la vuelta a la manzana con maletas, los cucos amarillos y la copa de champaña, no sirven más que par dar consuelo de que lo que no se pudo, va  a poderse.

Así a que mis queridos amigos, seguramente no van a cambiar sus vidas de la noche a la mañana y quizás tampoco se acabe el mundo el 21 de diciembre de este año. Vamos a tener más treinta y unos de diciembre para seguir inventando agüeros y estrenar pinta de pies a cabeza. Que sigan diciendo que sí van a dejar el trago y brinden con una copa de aguardiente en la mano y una de champaña en la otra y resulten borrachos botados en el sofá de la casa de la abuela; que esos kilos de más seguirán siendo kilos de más porque no resistieron a la tentación de comer esa lechona grasosa, con pellejo tostado y sabroso que nadie deja en el plato y se atrevieron a repetir; y que muy seguramente esas lentejas guardadas en su ropa les irá a dejar un reguero de granos por todo su armario durante un año. Porque hay excusas para creerlo: Los Mayas dejaron de existir hace mucho y no todo lo que dicen es confiable, porque el calendario gregoriano está corrido no sé cuántos años, porque Jesús aun no ha regresado a la tierra, porque en el Apocalipsis no dice nada del 2012, porque la ciencia asegura que no hay razón aparente que cause más que un solsticio el 21. Pero Discovery, History y Nat Geo seguirán pasando programas apocalípticos que seguirán atemorizando a los ciudadanos de a pie como usted o como yo, que hará cuestionarnos si nos gastamos los ahorritos y renunciamos al trabajo porque ya para qué seguir esclavizado, o si seguimos como siempre. Porque la perspicacia humana para formar el caos continuará existiendo hasta el final de los días que muy seguramente será cuando menos lo imaginemos, y  acabará esta payasada de una vez por todas y sin darle tregua a nadie.

Mientras tanto, será disfrutar. Hacerle el amor al 2012 y pensar en que si ya no fuimos nadie es porque ya no fuimos nadie. No habrá uva poderosa o espiga valerosa que cambie lo contrario. A ustedes espero leerlos como antes y a mí, espero volver a escribir en este blog como antes. Gracias por pasarse por acá y leer estas flojas letras que ya, como todo, no son como antes.

18 de julio de 2011

Diatriba a la madrugada

Ejercicio para teclear. Batalla No: 398.573 millones contra la hoja en blanco. Perdonen las incoherencias.

1:23 Am y hasta ahora empieza la noche, aunque mañana madrugue y esté somnolienta el resto del día. 4 ventanas de Word abiertas y el correo electrónico, esperando un mail que nunca va a llegar y unas palabras que nunca van a salir de esa caverna enmarañada que tengo adentro. No más de 10 reglones hay escritos, no es el momento para escribir. En realidad no sé cuándo es el momento y no lo quiero saber porque espero que llegue espontáneo. No escucho radio porque casi no me gusta la música que ponen en las emisoras y la que tengo en mi computador apesta, me cansé de escucharla por años sin novedad. A esta hora pasan un programa sobre Pompeya, en Discovery Channel, muy interesante, pero mi subconsciente no ha puesto cuidado en lo más mínimo porque está concentrado en la pantalla y en las hojas de Word. Quisiera tener un VHS para poder grabarlo y otro día poder verlo, pero eso ya está obsoleto, de hecho ya casi todo está obsoleto, como escribir cartas y mandarlas por correo postal. 

La historia del Vesubio me conmovió hasta el tuétano cuando la leí en algún lado, de la misma forma en que lo hizo la imagen de Mayra, la niña de Armero la primera vez que la vi en televisión. Mi abuela perdió allí a unos parientes lejanos, y todavía, cuando ve a Omaira, se llena de nostalgia y llora. Recuerdos, y añoranzas que producen escozor cuando atraviesan la cabeza como la bala del suicida y la mente se desordena como las piezas de un rompecabezas sin armar.

Creo que estoy perdiendo la guerra, le cogí pánico a escribir y a la hoja en blanco. Decidí posponer para después el ímpetu de teclear, de coger un lápiz y un papel, y me obsesioné con buscarle un rumbo fructífero a mi vida porque todo lo que escribo no me gusta y al resto tampoco, y estoy inconforme con estos 26 años vividos y de tantos intentos. Me desanimé y me animé a veces, me llené de prejuicios y para sentirme mejor inventé a un lector imaginario para que se sorprendiera con lo que escribo, pero al final él desertó porque se dio cuenta que en el fondo, no hay mucho qué hacer. Busqué un nuevo rumbo mientras cogía fuerzas; dejar el trabajo aburrido y mal pago, y las recurrentes llegadas tarde como protesta que no sirvieron para nada, el daño de mi computador y lo caro que me salió, la USB que se extravió y los archivos que perdí, el libro que comencé entusiasmada  y que no me gustó. Una y mil excusas más y el mismo rumbo.

Recuerdo que hace unos años, mis días eran mucho más amenos, mi mente aún se nublaba pero era una guerrera en el inmenso campo del papel en blanco, que perdía algunas batallas pero no se rendía. Escribía, escribía mucho aunque todo era malo. Hace un año mi amiga se recuperaba de un grave quiste en un seno y el dueño de un libro que conservaba con vehemencia en mi biblioteca, se quitaba la vida volándose los sesos. Pensé que la vida pasaba demasiado rápido y que podrá apagarse sin darme cuenta y debería vivir intensamente como si la próxima en abandonar el planeta fuera yo, pero no lo he hecho.

Cuando intenté leer a Proust me conmovió la forma en que toma los recuerdos como la vitamina imprescindible para sentirse vivo. Traté de tomar esa misma vitamina y aumentó mi nostalgia, el deseo literario, el conocer, leer, experimentar lo que en la mente se esconde que es bien profundo. Y me acordé de mi abuela y de cómo después de las lágrimas me cuenta con agrado todas sus anécdotas antes de llegar a esta ciudad, y se siente viva. Y dije mierda, ese Proust es un genio. Me di cuenta también que muchos homosexuales como él, eran verdaderos maestros en su arte y que el mundo quizás no sería el mismo -al menos para mí- si ellos no hubieran existido con todo y su maricada, qué se le hace. Agaché la cabeza, y me les quité el sombrero.

Y una cosa lleva a la otra... El otro día me encontré dos mil pesos y pensé que a lo mejor tuve suerte, más tarde, entré a una librería y cuando encontré un libro raro llamado Tumbas de escritores y famosos pensadores, me encontré veinte mil pesos, y pensé que a lo mejor si tuve suerte. Con esos veintidos mil pagué el libro. Luego vi cómo una muchachita buscaba desesperada veinte mil pesos con su hermanita en la billetera, en los bolsillos y en sus pertenencias. Pero no me importó porque ya tenía el libro conmigo y estaba plenamente feliz de ello.

Pienso que aveces no es tan malo sacrificar la alegría de otros por encontrar la propia. Los Nule se robaron una cantidad descomunal de dinero y mientras tanto Bogotá se encuentra en obra gris y sigue siendo un mierdero cada vez más grande. Confieso, yo sólo robé una minucia sin intensión, estoy libre y libre de culpa y la muchachita se fue triste para su casa lamentándose que perdió veinte mil pesos y a los Nule los tratan como reyes en la cárcel y la plata nunca apareció.

En un trancón, me encontré a una amiga en Transmilenio que me dijo que su papá lee mi blog y me sentí apenada, imaginé al señor Amórtegui  en su oficina (un saludo para él), leyendo estas barrabasadas mientras entra a una reunión y preguntándose qué carajos hago yo de colega de su hija. Yo tampoco lo sé, pero descubrí que el tiempo que paso en Transmilenio incómoda, cuando salgo del trabajo con anisas de llegar a mi casa a comer porque muero de hambre; es el mismo que puedo pasar en un bus que me deja en el mismo lugar, con sillas desocupadas y 300 pesos menos diarios y concluyo que puedo ahorrarme 1500 pesos a la semana, lo de otro pasaje y eso le sirve a mi bolsillo al mes. Y me acuerdo de que tengo que ahorrar dinero porque en ese miserable trabajo no me pagan auxilio de transporte y gano lo mismo que la señora de los tintos que siempre me mira mal y me deja sin el café mañanero que tanto necesito. Y en el fondo hasta me hace un bien, porque el ortodontista me regañó porque mis incisivos inferiores se han manchado por el exceso de cafeína y nicotina, y le digo que pese a que hace unos meses volví a fumar, he dejado de hacerlo. Le echo la culpa al café y no a la Coca-cola de la que era adicta y que ahora ya no porque le cogí fastidio, y caigo en cuenta que la única bebida negra que consumo es el café porque una copa de vino no me tomo hace harto. Gracias entonces a la señora de los tintos por su descortesía.

Pensando en ese bus, comprendí que en algo debo cuidar mi apariencia física porque ajá. Me volví entonces sin proponérmelo, esclava de la plancha porque mi cabello últimamente se esponja y me veo horrible y que  las pastillas para el acné sacan pecas, pecas que odio y que evito usando bloqueador solar en las mañanas así no haga sol, porque ahora siempre llueve y toca cargar sombrilla. He botado tantas que ya perdí la cuenta y me he mojado los pies con constancia y aún así me rehúso a usar botas de caucho. El verano duró poco y no lo aproveché, tampoco tuve vacaciones ni viajé en los puentes. Ahora recuerdo que una amiga del colegio me llamó a invitarme a pasear y le saqué el culo porque me aburre que pobreteen de mí porque no he triunfado. Ser un perdedor es cosa fácil y no tienes qué proponértelo.

Y una cosa lleva a la otra, porque hablar del perdedores, es un tema recurrente en Twitter y ahora me envicié a esa vaina. Y mientras procrastino diariamente allá, y busco soluciones para mi vida, el tiempo se pasa, he ahorrado poco dinero, voy para mis 27, no saqué matrícula profesional y perdía la guerra con la página el blanco. Hoy también me dio miedo escribir y decidí encaminarme en estas líneas publicándolas sin releer, para no arrepentirme. Me advierto, que tengo que dejar la güevonada; así no pretenda ser escritora ni nada de eso. Deberé intentar dejar el pánico y llamar con ecos ausentes al lector imaginario que un día creé, convenciéndome que a lo mejor puedo producir algo bueno. Ojalá escribir fuera como las gallinas cuando ponen un huevo.

2: 19 y este borrador apesta, 1531 palabras no están del todo mal para empezar. Eterno dilema entre calidad y cantidad. La madrugada transcurre en la pantalla y el frío en los pies. Tengo que levantarme temprano y voy a estar somnolienta y sin tinto. De pronto al otro día un lector imaginario salga de mis sesos y me de “like”, o tal vez me encuentre diez mil pesos, y me vaya en taxi leyendo sobre la tumba de Pierre Kemp. Porque una cosa lleva a la otra y aún no se ha perdido la guerra. Yo, me las creo.