Buenas noches mis desocupados lectores. Como se habrán podido dar cuenta, soy amante de la noche y del insomnio; por eso hoy quiero hablar precisamente de esos quehaceres nocturnos - en especial los de finalizar la tan agotadora semana- en la que la noche se convierte en la parte mas importante de la agenda: Salir ya sea a una encendida rumba o a disfrutar de una deliciosa cerveza. Ante esto, tengo mis divergencias que aquí les expongo.
Los viernes (aunque hoy no lo sea) cae el día y abre paso a la vida nocturna bogotana. Ahí están los restaurantes, bares, discotecas, tabernas y bebederos atiborrados de gente que en busca de un poco de diversión, salen para entretenerse un poco.
En aquellos tiempos de estudiante universitaria, no niego que disfruté a cabo y a rabo de las rumbas capitalinas, podría decir que casi no pasó un fin de semana sin que yo saliera. Bien, esas fueron épocas que como muchos dicen se quemaron, eso si como es debido y sin arrepentimiento alguno. Pero hoy, después de terminar mis estudios, los ánimos no son los mismos. Honestamente, no me gusta mucho salir a "bailar" y aunque disfruto mas de un buen sitio con cervezas y una buena conversación, no me agrada ya hacerlo tan a menudo. Ahora, me da pereza estar en la tónica de jartar cada fin de semana como antes, y llegué a la obvia conclusión de que quizás puede pasar por dos cosas: Uno, estoy madurando -así sea a las patadas- y me estoy volviendo una ñoña y dos: le di tanto palo a la “rumba” y claro, como todo lo bueno en exceso, cansa; por eso ya no lo disfruto de la misma manera.
La vieja frase que dicen los cuarentones y cincuentones de que los años no llegan solos es cierto. No estoy vieja, lo sé, pero también se que ya no me gusta salir a cada rato, y que a veces prefiero quedarme un viernes navegando en internet o durmiendo después de un largo día; me encanta el insomnio que suelo tener los fines de semana - en parte por la sensación de que al otro día no madrugo- y que incluso algunas veces me ha servido de inspiración, es interesante la media noche, la soledad de las calles y el silencio de las paredes de mi casa que ningún otro lugar me brinda. Es una sugestiva sensación de sentirse sereno, tomando un tinto, leyendo un buen libro y levantarse al otro día tarde sin tener guayabo.
No soy psicóloga ni mucho menos para saber si esas viejas épocas de universidad son sólo recuerdos del pasado estudiantil, no se si sea normal que a mi edad eso pase -tengo amigos a los que parece que no- y no sé si es porque tal vez los tiempos han cambiado tanto que ya no encajo, pues los culicagados hoy en día a los 18 ya han vivido de TODO y es común encontrarlos en todos los chuzos que uno frecuenta. A pesar de todo sigo siendo amiga de los planes relajados, esos de tomar pola de vez en cuando aunque no a cada rato; pero no niego que siempre contemplo la posibilidad, de pasar mejor el fin de semana en la casa.
los excesos son malos, eso ya lo sé y puede que algún día me canse de eso, por ahora la pregunta es ¿ Será mas bien que me estoy volviendo una ñoña?