3 de marzo de 2010

¿Nos estamos volviendo viejos?

En estos últimos dos años, se ha vuelto una tendencia que me inviten a matrimonios, fiestas de niños y baby showers de varios amigos, familiares, compañeros o conocidos. Y yo sólo digo —Mierda ¿Tan joven Fulano y ya en esas? No creo—. Sin embargo, voy al almacén correspondiente y compro el regalo: Una vajilla, un vestidito diminuto talla 0, o un Elmo cosquillas; me pongo la pinta adecuada que toca usar para la ocasión, y asisto con una nerviosa sonrisa. Ahora, recuerdo que hace poco alguien puso en su perfil de Facebook la frase: "Cuando tus compañeros de clases comienzan a poner fotos de perfil de niños, es porque te estás volviendo viejo" y yo vuelvo y digo —¿será cierto? —creo que si, pienso. —¡Mierda! me estoy volviendo vieja y no me había dado cuenta—. Pero, ¿por qué, si todavía yo me siento de lo mas joven?

Y no es que sea una libertina de esas que creen a los 25 estar en la flor de los 15. No, de hecho, ya puedo decir que soy profesional; pobre, vaciada y sin empleo pero profesional. Mis paupérrimos ingresos no alcanzarían para pagar un arriendo, agua, luz y teléfono, ni mucho menos para comprar pañales cada semana, pagar Jardín infantil o lo que es peor, una matrícula de colegio privado. Mis trasnochos son, digamos, voluntarios; momentos en que se me pasa el tiempo navegando en la web, leyendo un entretenido libro o intentando escribir unas cuantas líneas, que al final siempre resultan en la papelera de reciclaje. Pero no creo que en esos momentos, me gustara de mucho pasar la noche en vela bajo esas razones si sé que cuando menos lo espere, un niño romperá en llanto pidiendo de comer, que le cambien el pañal o simplemente porque sí. No señor.

Creo también, que el mundo es muy grande. Son a mal contar, 198 países de los cuales no conozco ni siquiera el 10%, y a los cuales tengo la gana de visitar algún día que el bolsillo me lo permita, quiero llenar por los menos las diez hojas de mi pasaporte antes de que se venza. Si tuviera un hijo, o me caso, o algo similar, no podría gastarme ese dinero en viajes, y tendré que destinarlo a estos menesteres. Si he de llegar a da ese gran paso, consideraré casi como prioridad haber viajado lo suficiente, para luego, invertir  en este importante rubro de la economía de "adulto".

Mi estilo de vida, que no encaja ni en lo decadente ni en lo sensato, mi fracasada profesión, (que todavía me da vueltas en la cabeza la idea de que hice una muy mala elección: ni me gusta la carrera ni me da dinero) mis paupérrimos ingresos que no me alcanzan ni para mantenerme a mí misma, y la sensación de que todavía estoy lo suficientemente joven, no me dejaría dar ese paso en un futuro cercano. Es la insistencia de que todavía me siento algo joven para aquello.

Ahora me pregunto si será que mis amigos, familiares, compañeros o conocidos pensaron en todas estas cosas. Me parece como si fuera ayer, cuando las niñas del colegio me invitaban –por decencia- a sus fiestas de 15, los bebés los tenían nuestras mamás o sus hermanas, los matrimonios eran de los tíos o los vecinos y para todo esto, aunque uno asistiera por derechazo, nunca se preocupaba por el regalo. No creo que el embarazo de Fulana, que estudió conmigo, haya sido en estos días visto con extrañeza, como muy probablemente pasaría hace 10 años cuando andaba en la adolescencia, y no es porque los tiempos cambien –aunque de hecho, cambian- sino porque ahora, las reglas del juego son distintas. Estamos jugando a que ya somos grandes. Me preocupa saber que no puedo eludirlo y que tendré que sentar cabeza próximamente, pero a la vez me tranquiliza saber que al paso que voy, cuando tenga 50 me sentiré de 30, y eso podría ser muy bueno.

También me causa curiosidad enorme, saber qué pensaría mi mamá de todo esto, cuando tenía mi edad.

¿Será que de verdad, si nos estamos volviendo viejos?

***
Y hablando de que el mundo se va a acabar, yo creo que sí. Dos terremotos en un mismo año, seguiditos, casi que uno al mes, es una extraña manifestación de la madre tierra. También se desprende un bloque de hielo del tamaño de Luxemburgo que anda vagando por ahí, en el océano y como si fuera una bendición para curar esos males, se hundió la reelección. Muy bueno por esto último. No nos podría coger el fin del mundo con el mismo presidente. Estas contrariedades son una leve muestra de que esta vaina ahora sí se acabó!